viernes, 11 de marzo de 2016

Fresneda de la Sierra Tirón


Estela indígena de tipo fálico encontrada en la Peña de la Pastora. Según Abásolo se trata de un monumento funerario (estela S. III aC)

..La estela se veía, ya va para tres o cuatro décadas, en el pastizal de Larrea, coronando una pequeña elevación, muy cerca del camino que desde Pradilla llevaba a los hombres y sus ganados a las ferias: el camino de Belorado. Hoy preside, magnifica y rodeada de una perpetua ofrenda de flores silvestres, la Plaza Mayor de Fresneda. Larrea es el nombre de un prado comunero cuyas hierbas aprovechan desde antiguo los rebaños de vacas de Fresneda, Pradilla, Eterna y otras aldeas cercanas. El pastizal llena una extensa meseta circundada por las dehesas de haya de esos lugares y está colgado, como un mirador, frente a la silueta azul de la Demanda. Desde este punto cercano al cielo pueden verse al atardecer, como una congregación de luminarias, los pueblecitos del valle de San Vivente. Las tierras de Fresneda, San Vicente, Santa Olalla, Espinosa y Villagalijo exhiben la injerencia humana en un paisaje de prados y sembrados, chopos, laderones incultos y bosques de robles y hayas. Y también pinares de repoblación. Muchos pinares. Y la linea arbolada del río Tirón. Hasta los años setenta del siglo XX hubo allí, anclada sobre una prominencia del terreno, una estela fálica: la Piedra de La Pastora. Ante la gran columna de piedra los pastores llevaban a cabo un devoción callada, ofrecían a la piedra sacrificios de flores silvestres y vigilaban que las vacas no la derribasen, que estuviera siempre enhiesta. Sin duda en La Demanda, como en otros muchos lugares de la Tierra, los hombres creían que las piedras verticales tenían propiedades sagradas -en Arcederillo el menhir de Peña la Diabla ofició como mojón desde tiempos inmemoriales- y que cobijaban la capacidad de hacer brotar las hierbas en los prados. Es posible que la tosca imagen de un pastor prehístorico, tal vez de un guerrero vestido con el sagum de los celtas hispanos, grabada sobre la superficie del megalito hay sido vista en otros tiempos como la de un dios propiciatorio de la vegetación.

Lo cierto es que cuando, en el último tercio del siglo pasado, la piedra fue trasladada desde el monte hasta la plaza de Fresneda seguía mostrando su poderosa fascinación espiritual sobre los habitantes del pueblo. Temerosos de que la piedra desapareciera en la soledad del monte -esa suerte corrió recientemente la Piedra de las Modistas, en Alarcia-, los vecinos la desplazaron por el paisaje descarnado de la montaña de Pradilla, rumbo a su destino actual en la plaza. Sobre un trono portátil y acompañada por el cura, las autoridades municipales y toda la colectividad, la piedra recibió tratamiento de símbolo espiritual, como el que se tributa en las procesiones a los santos patronos de cada lugar. Aquel día, sin saberlo, los serranos se reconocieron por última vez en sus antepasados gentiles. Para explicar el aroma de sacralidad que desde siempre ha estado ligado al megalito y al paisaje de Larrea se contaba en los pueblos limítrofes el tradicional relato de La Pastora. Se expresaba en él una preocupación, adherida, como una segunda piel, a las sociedades ganaderas, se dramatizaba el miedo ancestral al lobo. Según recuerdan los más viejos de Eterna, o de Anguta, o de Avellanosa, Fresneda o Pradilla en su niñez oyeron narrar la penosa historia de una zagala del pueblo que pastoreaba en Larrea con las ovejas de su padrastro.

La desgracia ocurrió la víspera de Navidad, y lo cuentan así:

«Aquella tarde caía una cellisca muy fría. La mocita llevó a cerrar el hato familiar temprano porque, más tarde, tenía que ayudar a su madre a preparar la berza, los caracoles, la compota y las castañas de la cena. Una vez más había llegado la Noche Buena y después de la cena las jóvenes estaban dispuestas a cantar villancicos y a jugar con los chicos de las casas cercanas, en el Barrio Encimero. Pero al entrar al corral su padrastro hecho en falta el corderito blanco y, muy enfadado, le mandó subir al monte en su busca. Otra vez la empinada cuesta, se echaba la noche y ¡cada vez nevaba más! Además la niña había oído decir a los pastores que, desde hacía unos días, los perros no paraban de barruntar el rastro de los lobos. Se contaba que en la lobera de San Pedro encontraron una cría el día de San Nicolás y la pasearon, atada en la jalma de una cabalgadura, por las calles del pueblo. Al día siguiente, muy de mañana, un grupo de hombres encontró en Larrea el cuerpo destrozado de la niña, cerca del camino de Pradilla, por donde estaban dispersos también los restos ensangrentados del cordero blanco. Dicen que, como recuerdo, los pastores labraron la piedra y dibujaron su silueta, hilando, en una de las caras».

Pero el cuento de la pastora, creo yo, no es una historia real. Sólo es una metáfora, un relato arquetípico de la cultura popular en el que se nos ofrece una experiencia antropológica, entrecruzada de miedos ancestrales: el padre autoritario, el lobo, el monte, el frío, la noche y la soledad. Por eso lo encontramos repetido, explicando -también en Fresneda- un nombre cuyo primitivo sentido ha sido olvidado: el alto de La Muñeca. Empujados por la comprensible necesidad de dotar de un significado a un ya inentendible símbolo lingüístico 20 -`muñeca'- los vecinos de Fresneda volvieron a recurrir al lobo y a la jovencita como protagonistas de la conocida historia de una pastora, cuya muñeca apareció en el alto, entre los restos destrozados de sus vestidos.
                                                                    Fuente: Rufino Gómez Villar.
Fresneda de la Sierra


Iglesia de la Asunción








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Ermita de la Virgen de los Remedios

Rincones de Fresneda



Puente sobre el río Tirón


Panorámica desde la ermita de la Virgen de los Remedios

Sierra de la Demanda



VÍDEO RECOPILATORIO:
Fresneda de la Sierra Tirón from miguel zalez on Vimeo.

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